domingo, 20 de abril de 2008

La habitación del abuelo /9

Por Txema Saez

Parte IX

Un nuevo pasaje me devolvió a la realidad de mi oscuro viaje. Es triste, pero al horror también se acostumbra uno. Eran tantas las vilezas, que se convertían en algo cotidiano.

"...hoy a venido a servir la hija del panadero. Será de la edad de Ana, pero está más formada. Demasiado delgada pero con las curvas bien definidas. Es posible que la designe para limpiar mi habitación. Desde la muerte de su padre, su familia está pasando muchas penurias y la convendrá tener la boca callada para que no le falte el pan. Nunca mejor dicho…”

Continué leyendo y seguido un nuevo comentario:
"Carmen, es disciplinada. Eso me gusta, además hace bien su trabajo. Nunca habla y no hace preguntas...", "...su mirada triste y su raída blusa rozándole los pechos me van a volver loco..."

y al final, lo que presentía quedó reflejado en sus escritos.
"...la he tomado sobre el mismo escritorio. Al principio ha opuesto algo de resistencia, pero he sido convincente y no la he vuelto a oír. En ningún momento ha gritado, y se ha dejado hacer. Me gusta; es inteligente. Alguna lágrima se le ha caído, pero yo creo que al final hasta le ha gustado. No puedo quitar de mi cabeza ese cuerpo, con esa piel tan suave".

Escenas parecidas se sucedieron en las siguientes hojas. Cuando llegaba a una nueva vejación, mi mente hastiada y mi estómago revuelto, saltaban a la siguiente línea donde las confesiones eran más banales, al menos, a mí me lo parecían, en comparación con el sufrimiento y humillación que había sufrido aquella muchacha, que además, ahora, yo conocía. La rabia y, sobre todo, la impotencia se estaban adueñando de mí. Seguramente también el cansancio estuviera haciendo su efecto. La noche transcurría rápida. La primaria oscuridad se tornaba más ligera y los primeros trinos de los pájaros más madrugadores acompañaban mi lectura.
"...tengo que solucionarlo. No se puede enterar nadie. Maldita puta. Tengo que acabar con esa semilla que lleva dentro. Mi sangre no puede verse mezclada con la de esa miserable..."

Las siguientes anotaciones estaban llenas de lamentos, insultos y reproches que denotaban la falta de soluciones al problema; pero su tono cambió.
"He tomado una decisión. No puede quedarse aquí. Cada día se le nota más su estado y mi mujer es callada pero no tonta. He hablado con mi buen amigo Federico y está todo solucionado. La llevaremos a una casa de acogida hasta que todo pase, y luego ya veremos...", "...ha vuelto la normalidad, pero en ciertos momentos me gustaría volver a poseerla. Es mejor que me olvide cuanto antes de ella. Hay muchas como ella. Maldita puta; casi me jode la vida".

Sin embargo noté que los encuentros con sus presos, secuestrados o no sé muy bien cómo describirlos se volvieron más violentos y sanguinarios que lo que habían sido hasta ahora. Y eso que aquellos ya me parecían repugnantes. Daba la sensación de querer desahogarse de su ira a consta de los indefensos rehenes que cada vez con más asiduidad retenía en el sótano. Y yo seguía sin saber donde podría hallarse, hasta que un comentario de sus diarios me dio una pista. Algo se me iluminó. Podría ser simplemente una corazonada y ser errónea, pero no lo creía. Las palabras que leí fueron las siguientes:
"Se ha estropeado la cerradura del sótano. Tengo que cambiarla, pero mientras tanto tendré que tener mucho cuidado y dejar bien cerrada la puerta del armario. Nunca entra nadie, pero no está de más prevenir. La cosa empieza a ponerse algo más fea. Hace no mucho mataron a tiros a un coronel, y en su propia casa. Será mejor no hacer muchos alardes".

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Echabamos de menos un poco de tensión sexual... sigue por ese camino...