viernes, 8 de febrero de 2008

La habitación del abuelo /5

Por Txema Saez

Parte V

Me retiré instintivamente. No sabía muy bien por qué me había acercado hasta allí, pero lo que sí sabía es que no me esperaba nada así. Nunca había oído nada al respecto, ¿o a caso no había escuchado con la suficiente claridad? El misterio del abuelo crecía con cada paso que daba. Recorrí de nuevo la habitación con la linterna y me acerqué hasta el armario, tras el escritorio. Las puertas se abrieron sin resistencia. Todo estaba lleno de papeles y archivadores. Husmeé por encima, pero nada me llamó, en especial, la atención. Volví a cerrarlo y retrocedí hasta el escritorio. Una robusta mesa de roble, muy oscura por el paso del tiempo, y un cajón con cerradura. Dudé al intentar abrirlo, tenía la certeza de que estaría cerrado, pero por el contrario se deslizó suavemente sobre la noble madera. Varios libros de cuentas con la letra de mi abuelo, una carpeta con escrituras, unos lápices y una llave dorada, era todo su contenido. No me había atrevido a sentarme en la butaca de cuero marrón oscuro, casi negro, donde lo había visto aquella única vez. Coloqué todo como estaba y siguiendo el haz abrí el pomo de la otra puerta que había en la habitación. Los trajes de mi abuelo colgaban de una barra que ocupaba todo lo largo del habitáculo, algo más de metro y medio, calculé. Conté cuatro trajes de militar forrados con una funda de plástico, como las que te dan en las tintorerías, y otros tantos de civil, todos en colores oscuros, chaquetas, una fila de corbatas y algún que otro pantalón. A la derecha, media docena de cajas de zapatos, aunque no comprobé su interior, otras cuantas cajas más grandes, pero bien apiladas, en el otro extremo, y bajo los trajes, un oscuro baúl.

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