jueves, 13 de diciembre de 2007

La noche del debate /5


por Guillermo Martín

…por fin, al final de la calle, aparece, entre la noche, los incendios y el humo. Pero no se parece a la torre que Fernand recordaba. Esta como cortada en dos, la parte superior ha desaparecido. Fernand no sabe si es que el humo esta tapando parte de la estructura metálica o si realmente lo que ve es real. Es difícil concentrarse. No tanto por el caos exterior, más bien por el tic-tac-tic-tac-tic-tac que ha empezado de nuevo a rezumbar dentro de su cabeza. Tiene que concentrarse más. Subirá hasta donde pueda, lo importante es conseguir tirarse de la Torre Eiffel, en medio de esta noche de debate, en pleno caos urbano.

Dos enormes camiones aparcados en el campo de Marte escupen de repente varias decenas de gendarmes en traje de combate. La jerarquía ha decidido lanzarse a por los grupos de jóvenes encapuchados. Los helicópteros ya les tienen bien enfocados. Fernand piensa: en este mundo no quedan opciones de salida, sino la que he escogido.

Aprovecha su bata blanca para incorporarse a los gendarmes que se han quedado cerca de los camiones y que gestionan las comunicaciones. Incluso se permite sonreír y hacer algunos comentarios. Consigue así pasar desapercibido y llegar rápidamente al pie de la torre.

Ahora parece que se ha quedado solo. El ruido de la calle se aleja, como si Fernand hubiera penetrado en un campo magnético muy potente, generado por todas esas vigas de metal lanzadas hacia el cielo. Tanto tiempo esperando. Millones de tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac… El antiguo restaurante situado en la base de un pilar esta chapado desde hace muchos años. Hoy en día, nadie visita Paris desde el suelo. Demasiada inseguridad. Las compañías de viajes proponen el City Tour desde sus helicópteros. Los mismos que los de la policía.

Fernand saca de la chaqueta que lleva por debajo de su bata blanca una barra de hierro y en dos viajes consigue romper la antigua puerta de madera. Como esperaba, la alarma no ha funcionado; ni siquiera hay electricidad en el edificio. Sin embargo, los incendios alrededor le permiten ver a varios metros, no necesita encender su linterna. Un olor terrible le obliga a taparse la nariz y le recuerda a su madre, después de encontrarla en su baño de ginebra. Entre ratas, vidrio y taburetes rotos, distingue las escaleras que suben al techo del restaurante. Varios minutos después, sale al aire libre. Su mano derecha entra en contacto con el metal roñoso y frio de la torre Eiffel.

Vuelve el tic-tac-tic-tac-tic-tac. Fernand se da cuenta que el tic-tac-tic-tac-tic-tac no viene de su cabeza sino de su tripa. Ahora se acuerda. Se aparta primero la bata blanca. Luego la chaqueta. Después levanta su jersey. Ve el cinturón de explosivos…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, que cabrones! Necesito ver los sesos de Fernand esparcidos por los campos eliseos... YA!!!