miércoles, 5 de diciembre de 2007

La noche del debate /4

Por Gillen Garcia

...Es posible que la hayan quemado. Eso es imposible. El humo de la calle entra por la boca de la estación. Fuera una nube negra lo cubre todo. Fernand no distingue a ver unos metros más allá. París es una gran estufa caliente. París es una bomba dentro de una gran estufa caliente. La calle huele a plástico quemado. A tapicería de cuero. A neumático. El aire se hace irrespirable. El aire de París es toxico. Fernand sabe que podría morir intoxicado por el humo. Pero Fernand no quiere morir así. Eso no tendría nada de especial. Fernand quiere llegar hasta la torre Eiffel. Pero la torre no está ahí. Fernand está desconcertado. Desorientado. Fernand siempre quiso subir allí arriba en uno de esos ascensores. Fernand nunca ha estado allí arriba pero Fernand, sí ha estado debajo de la torre. Fue en otro tiempo. Cuando el aire de parís ya comenzaba a hacerse irrespirable. Fernand estira el cuello de su camiseta hasta taparse nariz y boca. Filtra el aire. No puede reprimir buscar la torre en el cielo, entre las columnas de humo. Camina. No hay policía a la vista. No hay militares. Solo hay humo que sale de los restos de la destrucción. Varias personas atraviesan la nube cargadas de aparatos electrónicos. París es una ganga. Grupos de gente con improvisadas capuchas aparecen y desaparecen de entre la nube negra. Fernand avanza pegado a la pared de los edificios. No va a ser fácil. En la esquina con la rue de la Tour una mujer abofetea a un hombre que tiene un ataque de histeria. Al fondo de la calle varios coches ardiendo impiden el paso a la avenida de las naciones unidas. Fernand corta hacia la avenida de Kennedy para tratar de cruzar el Sena por Bir Hakeim. La silueta iluminada de la torre no está, no aparece entre el humo de las improvisadas barricadas que se han levantado en la avenida de Suffren con Quai Branly.

Fernand recuerda la Torre iluminada. Fernand recuerda el cartel luminoso. Fernand ya ha estado bajo la torre. 2012… 2012… 2012… fue una noche con cartel luminoso. Era otro tiempo. Cuando el aire de París ya empezaba a ser irrespirable. Fernand tenía 12 años. Su padre tenía 42. El padre de Fernand nació en Francia. El padre de Fernand siempre vivió en Paris. El padre de Fernand se llamaba Yusuff. Fernand siempre quiso subir a la torre. Yusuff nunca había subido a la torre antes. Iba a ser esa tarde. La misma noche del debate para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2012. 2012… 2012… 2012… el luminoso lucía intermitente sobre la noche estrellada de la ciudad. No fue un debate. Fue una discusión matrimonial con sexo del bueno. Una incestuosa orgia de poder que parió un gobierno bastardo que acabó por liquidar las libertades y los derechos individuales y colectivos de los ciudadanos. Fernand corrió hacia la torre iluminada. Era un niño. Yusuff se quedó fumando un cigarrillo. Fernand estaba asombrado con la torre. Fernand estaba maravillado con las dimensiones de aquella mole. Yusuff se tropezó con una manada de fachas buscando bronca. Fernand no entendía cómo se pudo montar algo tan asombroso. Yusuff era insultado. Fernand miraba las luces intermitentes. Yusuff trató de defenderse. Fernand se acercó a ver los ascensores. Yusuff dejó que se alejara. Una manada de fachas cruzó los campos de Marte. El ascensor ascendió. Yusuff cayó al suelo herido de muerte. Yusuff tenía 42 años. Nunca había subido a la torre Eiffel…

19 años después la torre Fernand no encuentra la torre Eiffel y está deseperado. Pero la torre está en su cabeza y para Fernand es suficiente. Se escucha sonido de sirenas. Fernand corre tras las barricadas tratando de que el humo toxico no lo asfixie. Allí no hay nada. Solo hierba. Fernand cierra los ojos. Fernand recuerda la redonda boca de la señora blanca que leía un periódico amarillo. Fernand recuerda la caja de píldoras contra la ventana. Recuerda un despacho. Diplomas colgados. Batas blancas. Fernand sonríe con los ojos cerrados entre el humo negro de las improvisadas barricadas. Estoy enfermo. Estoy enfermo y mi enfermedad se empeña en salvarme. Una caravana de ambulancias con toda su parafernalia lumínico-sonora pasa por Suffren a toda velocidad. Fernand aprieta los ojos con fuerza. Fernand recuerda el sonido de las sirenas. Su madre está flotando en una piscina llena de ginebra. Está a punto de hundirse. El sonido de las sirenas cada vez se hace más fuerte en la cabeza de fernand. Ya vienen. Ya están aquí mamá.

Un silencio se apodera de la cabeza de Fernand y al abrir los ojos….

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