La mente
A veces llego a casa. Ha sido un día largo. No hay nadie. Un día duro. La penumbra se ha adueñado de los colores de las paredes y parece todo gris. Me descalzo y me pongo algo más cómodo. Todo está en silencio. Es invierno y fuera no se oyen los gritos y carreras de esos pequeños diablos de algo menos de un metro, como en los días de verano. Me siento en el sillón del salón; sin hacer nada, quieto. Sin música, no como acostumbro habitualmente. Mi cuerpo se relaja, pierde la noción del tiempo, y cuando me doy cuenta la noche ha ganado todo el terreno al día y es el amo y señor de todo lo que le rodea. El tiempo ha pasado sin percibirlo y cuando creo que mi mente también ha descansado, que por un instante se ha quedado en reposo, me doy cuenta que no es cierto. Ahora que soy consciente de lo que pienso y recuerdo, vuelven a mi cabeza todos los pensamientos y elucubraciones que ha barajado, casi sin permiso.
La mente, el pensamiento no descansa; ni cuando dormimos, para eso están los sueños, y cuando creemos que somos nosotros los que gobernamos nuestro cuerpo, es irreal, es una ilusión. Es ella la que nos dirige, y si decide mantenernos en un estado de oscuridad, por mucho que sepamos que no es racional, puede con nosotros. Nos sube a la cima y seguido nos deja caer a su antojo, como un niño caprichoso con un juguete nuevo. Hay que ser muy fuerte para salir de su poder. Hay que aprender a mandar sobre ella, sin dejar que ella mande sobre nosotros..., pero es tan fácil decirlo. En el próximo instante, por muy fugaz que sea, en que bajes la guardia o te relajes, ella estará al acecho para volver a coger las riendas, para volver a manejar los hilos de tu vida., o sería mas correcto..., de la suya?
domingo, 28 de octubre de 2007
Fugaz, Etereo... /2
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario