jueves, 3 de julio de 2008

El café más caro del mundo

Se trata del Kopi Luwak, que se vende en las mejores cafeterías de Nueva York a 40 dólares la taza. Su exquisito sabor y aroma tiene que ver a un particular proceso en el que interviene un curioso animal llamado civeta: un mamífero de apariencia felina.

Alabado por su aroma con reminiscencias terrosas y su suave sabor, el Kopi Luwak proviene de las semillas de café que han sido ingeridas y defecadas -sin haber sido digeridas, pero sí algo fermentadas- por ese animal que habita en las selvas asiáticas.

Las semillas se recogen luego manualmente de las heces, se seleccionan y limpian cuidadosamente, y se tuestan como cualquier otro grano de café. Este proceso, que comenzó como algo primitivo y ha terminado por calar en los gustos más sofisticados, tiene lugar en las islas indonesias de Sumatra, Java y Sulawesi, así como en Filipinas, Vietnam y algunas zonas del sur de la India.

El Kopi Luwak se vende principalmente en Japón, pero en Estados Unidos son cada vez más los restaurantes que lo sirven. Los amantes de lo exótico ya lo compran por entre 100 y 300 dólares la libra (454 gramos) a través de sitios especializados de internet, que lo describen, y con razón, "como ningún otro café".

"Tiene un sabor rico y pesado, con toques de caramelo y chocolate. Es también terroso y mohoso. Tiene un cuerpo almibarado y muy terso", señalan los críticos.

Análisis científicos del proceso apuntan que lo que da ese sabor único al Kopi Luwak es la fermentación parcial producida por los ácidos estomacales y las enzimas digestivas de la civeta, que sólo come los granos de mejor calidad, es decir, los más rojos y maduros.

Lo que es más, el científico de alimentos de la Universidad de Guelph en Ontario y "certificador" del Kopi Luwak Massimo Marcone descubrió, para su propia sorpresa, que los granos defecados por la civeta tenían menos bacterias que, por ejemplo, los granos controlados de café colombiano.

Donde esté un expresso de toda la vida, que se quiten las cagadas de civeta (vamos, digo yo).

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