Ya hace dos meses y medio que llego a nuestras vidas y cada día con él es una pequeña aventura.
Os voy a hablar un poco de la parte que me toca, ya que por las mañanas está con su amatxu.
Cuando llego a casa después de cuatro horitas de nada una corta pero intensa media jornada de trabajo (alabada sea la baja maternal disfrutada por el padre) suelo encontrármelo tragando como un poseso. Una vez ha comido, se relaja y empieza el festival de la risa. Entre que su padre es como el payaso Krusty un poco cómico y que él es un público muy agradecido, nos pasamos un buen rato de risa en risa. Normalmente no sabes si se ríe de ti o contigo, pero eso no importa porque esos momentos hacen que todo valga la pena...
Pero claro, el repertorio de aita da para un rato y cuando nos aburrimos tenemos pocas opciones para elegir:
A- Comer otra vez. No, esta no, que acabamos de comer.
B- Reírnos más. ¿Otra vez? Complicado. Todo tiene un límite.
C- Dormir. Esta sería buena, pero sería poner las cosas muy fáciles.
D- Llorar. Esta!!!! Esta si que mola!!! Os vais a cagar!!!
Y sí. Llora. ¿El chupete? Patuculopirulo! Y entonces es cuando empiezas a hacerle todo tipo de cosas inverosímiles, gestos y muecas, bailes y hasta canciones, dando gracias a los cielos de que nadie en este mundo te este viendo (por suerte). Pero no. Eso tampoco funciona. Aquí es donde pasas a la fase de cogerlo de diferentes posturas, a ver si en alguna de ellas está cómodo y se calma. Al final, parecemos del Circo del Sol. Pero de repente... albricias!!! Se está quedando dormido. Ya está. Lo has conseguido. Se ha dormido. No te muevas ni un milímetro. Te has quedado sentado con él dormido en brazos. "Esta pasando" en la tele y no llegas al mando a distancia (maldición! ¿será por eso que le llaman "a distancia"?). Se te están quedando los pies fríos porque después del baile de antes, las zapatillas han quedado desperdigadas por la habitación. Te entran ganas de toser. No, no tosas. Te aguantas esta vez. Pero es peor. La siguiente te dices: "voy a toser en voz baja" (como si eso se pudiera hacer). Y toses. Vaya si toses. De repente abre los ojos como dos paelleras valencianas y estira los brazos como si fuera el Cristo de Corcovado. Te mira como diciendo "Ah! pero si es el de las risas de las dos" y vuelve a dormirse como si nada. Entonces ya le puedes dejar tranquilamente en su hamaca y dedicarte a hacer tus cosas un ratito. Enseguida llegará su ama de trabajar y empezaremos otra vez desde el punto A.
Luego viene el baño y a dormir... pero de esto ya os hablaré otro día que me parece que se va a despertar de un momento a otro...
martes, 8 de abril de 2008
Eleder: una tarde cualquiera
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